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Temo mucho cruzar a la otra orilla
y perder de tus labios el aliento,
o de tus palabras el dulce acento
rozando dulcemente mi mejilla.
Y temo más perder la maravilla
y el goce de sentir lo que ahora siento,
libre por fin de todo sufrimiento
y de fantasmas de barro y de arcilla.
Pero no temo sentirme perdida
en la hostilidad de un mundo acabado.
Yo buscaré, en el amor, la guarida,
recobraré cuanto se me ha escapado,
poniendo de nuevo el rumbo a mi vida
que mil lágrimas habían borrado.
NarciM. Ventanas.
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Tu verbo es el agua que alimenta mis raíces