lunes, enero 31, 2011

Los tomates de Satanás


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Un caluroso día de verano, volví a visitar la que había sido mi huerta, crucé la valla con una sonrisa sarcástica en la comisura de mis labios, dispuesto a pasar un buen rato a costa de la desesperación del nuevo propietario; miré a ambos lados y descubrí, con sobresalto, unas extrañas plantas con sus enormes frutos arrastrando por el suelo.

Sin dudarlo, sin dedicar una segunda mirada a aquellos engendros, me dirigí al hortelano y le pedí explicaciones:

-¿Qué es esto? ¿Cuál es la maldición que echaste a mis tierras? Nunca me resultaron muy productivas, pero al menos, conseguí arrancarles algunos tomates rojos, no demasiados, como cabezas de alfiler en muchos casos, nunca más gordos que cerezas, pero tomates, con su piel suave, su jugo, sus pepitas, su sabor sin igual, rojos, rojos... ¿Qué has hecho, maldito? ¡Has profanado los campos de mis padres!

-Señor -contestó el campesino aturdido- yo decidí no plantar tomates, son muchos ya los tomates que se cultivan en esta comarca, no habría venta. Así que planté las semillas de un delicioso fruto que probé en uno de mis innumerables viajes como temporero, y ya ve el resultado, parece que esta tierra es buena para sandías, todo lo demás lo hicieron estas manos acostumbradas al trabajo rudo y a regar con sudor y lágrimas cuanto depositan entre los terrones.

-¿Sandías? ¿sudor? ¿lágrimas? ¡Alianzas con el diablo son las tuyas!, ¡Fausto, brujo, endemoniado! Tus tomates son verdes, gigantescos, pero verdes, de piel dura, lisa pero dura y gruesa como la piel del diablo... ¿Regados con tus propios excrementos, dices? ¿Pretendes arrastrarnos a todos a tu infierno?

-Pero señor, ¡qué son sandías! y...- replicó el insolente campesino tomando una entre sus manos y abriéndola al medio.

-¡Rojos como sangre por dentro, y repletos de dientes negros de Satanás! ¡Tus tomates están malditos! ¡Maldito tú que posaste en mis campos tus uñas y engendraste en la tierra el fruto de tus pecaminosos tratos con sólo Dios sabe qué súcubo!

Dicho esto, di media vuelta y salí de la finca en dirección al poblado. A la mañana siguiente, la aldea entera apareció llena de pintadas, panfletos y carteles en los que se advertía a los lugareños y a cualquiera que por allí pasase del peligro de aquellos diabólicos tomates, jamás vistos antes en lugar alguno por ojos mortales y que encerraban entre su carne, de apariencia jugosa, las semillas de Lucifer, negras como dientes de bruja.

Durante algún tiempo, nadie osó probarlos, nadie se aproximaba a menos de cien metros de la parcela que había sido mía en otro tiempo, y casi llegué a olvidar el incidente, pero con el tiempo, el miedo y el recelo inspirados por aquellos avisos, se fue evaporando. El tozudo campesino había seguido allí, sembrando sus extraños tomates, casi arruinado, pero sin cejar en su empeño. Sus tomates de Satanás crecían ya y se multiplicaban por toda la finca.

Al parecer, una tarde, un niño de corta edad se perdió en los campos y sus pasos o el caprichoso destino lo llevaron hasta mi antigua finca. El calor sofocante, el hambre, la inocencia o la ignorancia, o quizá todo ello a la vez, le impulsaron a golpear con una piedra aquellos endiablados tomates gigantes hasta conseguir estallar su coraza, y así fue como todos empezaron a perder el miedo que yo me empeñaba en mantener latente.

Días más tarde, fue toda una panda de chiquillos la que se adentró en aquellas tierras, pidiendo al hortelano que les dejara probar aquel fruto que había matado la sed de su pequeño amigo, manteniéndolo con vida y saciado durante el tiempo que estuvo perdido.

Después, sus padres y abuelos, en agradecimiento, e ignorando los pasados recelos, compraron algunas de aquellas nefastas bolas y se hicieron eco de sus cualidades inimitables, de su sabor único, de la bondad de sus jugos, de la generosidad de su bocado, de sus deliciosos efectos en el cuerpo y el espíritu...Y por fin, todos acabaron sucumbiendo a la tentación... y ahora..., todos..., sí..., también yo, comemos y sembramos sandías. Es tan refrescante su sabor, sienta tan bien después de una noche de excesos, y hasta dicen que es buena para combatir las resacas. Así que ¿Qué coño? A escondidas..., pero ¡también yo como sandías!.., Aunque siga imprimiendo panfletos en contra de su cultivo y consumo y aprovechando cualquier oportunidad para advertir contra los peligros que encierran entre sus carnes rosadas y frescas. Pero a escondidas, devoro sandías y, hasta he recogido algunas de esas negras semillas para intentar producirlas yo mismo. Por supuesto, en secreto.
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14 comentarios:

  1. Qué osada es la ignorancia... y qué malo el rogullo.
    Un relato magnífico, cómo lo he disfrutado. Genial, de veras.
    Un placer estos minutos de lectura.
    Feliz semana.

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  2. En secreto he de decirte que me ha tentado probar uno de ellos.

    Muy buen relato, otra vez.

    Beso inmenso

    SIL

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  3. Y peor aún la envidia, Mercedes, y toda una bomba si se corona con la hipocresía.

    jajaj;prueba cuanto gustes, Sil, para eso están.

    Besos agradecidos para las dos, feliz semana.

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  4. Pues sí, aquí se ve mucha ignorancia, envidia e hipocresía. Con lo buenas que están las sandías (con respeto hacia los tomates) y tomarlas por frutos de Satanás.
    Buen relato, Narci. Original forma de hablar de los prejuicios y de creerse en posesión de la verdad.
    Un abrazo de Mos desde su orilla.

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  5. Quizás debas probar mis sandías...
    Un abrazo grande.
    Hermoso relato.
    Alicia

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  6. ¡¡grandioso!, es lo único que se me ocurre decir,

    felicitaciones

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  7. De lo que se deduce que el amo de esas tierras es un hipócrita de armas tomar. Así sucede en la vida cotidiana, se juzga y condena antes de meter aceptar la realidad, todo por conveniencia.
    Oye, y qué fácil es dejarse arrastrar por estas gentes, verdad. Basta un panfleto o alguna palabra portadora de sibilina envidia, y se arrastra hasta el más sensato de los mortales.

    Tomates y sandías, los dos son sanos y hermosos y jugosos a partes iguales.

    Buen relato, Narci

    Besos

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  8. Narci, Visitar tu blog, me ha resultado muy agradable, está lleno de amor y sentimiento expre
    sado con una hermosa poesía. Es una
    obra preciosa, te felicito y te doy
    mi mas entusiasmada enhorabuena.

    Un cariñoso saludo.

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  9. Más que hipócrita el dueño de las tierras. Por un lado se sacia con las sandías y por otro no deja de atemorizar a la gente.

    Confieso que también devoro en verano algunos tomates de esos verdes,jejeje.

    ¡Ay! Narci, hasta llegar a mitad de tu precioso relato he estado con el alma en vilo...¡no sabía que me esperaba!

    Me encantan estas entradas tuyas.

    Muchos besos.

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  10. Te superas Narci a cada relato...más bueno y bien llevado!!

    Muchos besiños :D

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  11. Me ha encantado tu relato.

    Un beso enorme.

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  12. Hermoso relato, para releer.


    Te abrazo
    MentesSueltas

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  13. Gracias Mos. No es que yo sea ni muy tomatera ni muy sandiera, pero reconozco que ambas cosas son igual de sanas para quien le sienten bien, precisamente de eso se trata ¿no? la verdad no siempre es una.

    Seguro que están buenísimas, Alicia, la cuestión es que la sandía no la digiero demasiado bien, aunque me gusta y mucho.

    Gracias Adelfa, y bienvenida a mi blog.

    Ya ves Trini, a veces somos tan gregarios que ni siquiera nos molestamos en probar las cosas antes de emitir un juicio, y hablamos de oídas.

    Gracias Ángel y bienvenido a mi blog.

    Me alegra que te gusten, Lucía, y sí, eso es la hipocresía ¿no? pensar o hacer una cosa pero decir lo contrario, sobre todo cuando se hace con ánimo de perjudicar al prójimo.

    Gracias Mayte, quizá algún día me aproxime a tu maestría con la prosa y el verso.

    Gracias Sakkarah, me alegro que te gustase.

    Mentes sueltas, está a tu disposición para que lo releas cuando gustes.

    Gracias a todos por vuestras visitas y comentarios.

    Abrazos.

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