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Déjame beber de tu cuello una lluvia de Agosto
Mientras una Luna se desliza sigilosa entre los besos
arañando la noche con cristales y lenguas de fuego.
Déjame manar de tus venas por un lóbulo
cuando el polvo se estremezca en un viento mojado
acariciando dientes y cabellos en un letargo inmenso.
Déjame rozar un solo instante el hueco de tu pecho
y libar el jugo inagotable de un Cuerpo y una Vida
para renacer en arroyos de sangre tibia y blanca
inundando para siempre mis charcos nauseabundos de ceniza.
Déjame alimentar un corazón en tus labios
y partir en mil pedazos un lamento
para no gritar tu nombre
hasta multiplicar las hojas en miríadas de pájaros y versos.
O déjame
al menos
amarte en Silencio
en el Silencio cruel
del Aire
mordiendo recuerdos.
Narci M. Ventanas
Nada hay más infinito que la ausencia.
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